Cristian C. Bellot | (Micro)Relato XII: Pedro y el vampiro
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(Micro)Relato XII: Pedro y el vampiro

Pedro luchó contra el vampiro. No fue una pelea justa.

Pedro era la imagen de catálogo del sedentarismo. Su sobrepeso exagerado no se debía a un problema de tiroides, como él se empeñaba en repetir como respuesta a una pregunta que nadie le había formulado, creyendo ver un brillo en los ojos de los demás que representaba los pensamientos juiciosos que su imagen les provocaba. Pedro no había hecho ejercicio en toda su vida y su alimentación avergonzaría incluso a un niño que todavía no hubiera adquirido la capacidad de razonamiento. No se dignaba a correr ni aunque perdiera el tren y el siguiente no pasara en una hora. No conocía las escaleras de su edificio, sería incapaz de describir su forma, color o material. Y el sofá de su apartamento de una habitación guardaba el recuerdo de su trasero para la posteridad, compitiendo con la marca del colchón, del cual solo una de sus caras había tenido el honor de contemplar el techo.

El vampiro tenía trescientos años. A diferencia de Pedro, disfrutaba de un cuerpo fibroso herencia de una vida de trabajo duro. Sus partidas de caza, ya fuera él el cazador o la presa, le habían otorgado el beneficio de un sexto sentido gracias al cual su conciencia sobre el entorno no tenía parangón. Día tras día, tras la caída del sol, abandonaba su guarida para recorrer la ciudad en busca de alimento. No conocía el cansancio. Con el transcurso de los años y la monotonía, necesitó añadir la adrenalina del reto diario. Pedro no era el reto, tampoco alcanzar el séptimo piso sin atraer miradas incrédulas; lo era regresar a la seguridad de su morada antes de que el sol bañara el horizonte.

No, no fue una pelea justa. El vampiro no era humano, pero Pedro tampoco. Era algo mucho peor. El vampiro no lo supo hasta que su cuerpo se transformó en un montón de polvo.

Photo by Igam Ogam on Unsplash

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