
11 Mar (Micro)Relato XIII: Pelo
Bosteza. Tras una larga jornada de trabajo en la que ha tenido que realizar varias horas extras, su cuerpo le exige el merecido descanso. Los párpados se le cierran frente al televisor, habiendo perdido ya el hilo de la película que se había propuesto ver hasta el final. Los largos parones para los anuncios han acabado con su resistencia. No entiende por qué creía que lo podía conseguir, si siempre acaba roncando en el sofá. Toma la decisión final: se levanta y pulsa el botón rojo de apagado en el mando.
Debería aprovechar la cama al máximo, es lo más sensato. Por primera vez en no sabe cuánto tiempo tiene la casa para él solo. Su mujer y sus hijos han ido a pasar el fin de semana con los abuelos, de lo que se ha librado al inventarse una reunión de trabajo en sábado. Por primera vez en años tiene la oportunidad de dormir hasta que su cuerpo diga basta, sin que un niño le salte en la cama a las siete de la mañana.
Se pone el pijama y se lava los dientes. Realiza la rutina habitual con gran dificultad para mantener los ojos abiertos. Luego baja la persiana del todo, hasta que no queda ni una rendija por la que se cuele la luz. Es noche cerrada, sin luna vigilante en el cielo, y la farola de la calle ha decidido dejar de funcionar, entregándose a la oscuridad, pero no quiere que los primeros rayos de la mañana le fastidien el sueño; él desea la misma oscuridad. Se asegura de que el reloj despertador no tenga activada la alarma y le da la vuelta hacia la pared para que ni sus números rojos luminosos le molesten. Apaga la luz de la mesita de noche, se mete en la cama y se tapa con el edredón hasta la barbilla.
En menos de dos minutos, se duerme.
Se despierta en mitad de la noche. No lo comprende. Se hallaba en el punto de máxima relajación, puede sentirlo. Pero quizá su cuerpo se había sentido extraño en una casa solitaria. Saca un brazo de debajo del edredón para girar el despertador y así ver la hora. Son las tres. Se tapa de nuevo hasta arriba, y de pronto siente un cosquilleo por toda la cara. Piensa en un bicho o en una filtración de aire. Por si acaso, se pasa una mano por la cara. Y siente algo liso y suave, algo parecido al pelo de su mujer cayendo suelto con la gravedad.
Se asusta, por lo que enciende rápido la luz de la mesita. Está solo en la habitación. Se dice a sí mismo que ha sido un sueño que se ha mantenido vivo en su mente al no haberse despertado del todo. Y se ríe, porque es un hombre adulto y no debería reaccionar así. Apaga la luz de nuevo. Vuelve a taparse hasta arriba. No cree que tarde en dormirse.
Un tiempo indeterminado después, no sabría decirlo, siente el pelo en la cara, pero ahora se balancea de izquierda a derecha, como si quien sea que está sobre él moviera la cabeza. Mira la hora. En lugar de números, ve símbolos indescriptibles y cambiantes. Intenta sacar de nuevo un brazo para encender la luz pero no se puede mover. Lo único que siente es el pelo en su cara. Oye una risa aguda pero no es la suya. La absoluta oscuridad le impide ver nada. Reza para que llegue la luz del día o alguien que salte en su cama.
Photo by Chaozzy Lin on Unsplash
Sin comentarios